"El séptimo continente", de Michael Haneke es una película tan genial como polémica. Así como a muchos nos fascina, a un gran número de espectadores culposos los escandaliza. La razón, a saber, de dicho encono, se centra en dos escenas: 1) la muerte de unos peces domésticos, privados del agua; y 2) la destrucción de un gran número de billetes. Yo me voy a centrar principalmente en la segunda.
Cuenta la leyenda que cuando se presentó el film en Cannes, muchos espectadores huyeron furiosos de la sala luego de ver estas escenas. Lo curioso, tal como cuenta Haneke en una entrevista, es que nadie se escandalizó con las escenas en que los padres asesinan a su propia hija y luego se quitan su propia vida. Por el contrario, la destrucción del dinero fue inaceptable.
Por eso afirmo que esta escena es la más violenta de la historia del cine (por lo menos, de lo que conozco de ella, si alguien me quiere contradecir, ¡bienvenido sea!). Estamos absolutamente acostumbrados a ver muertes de todo tipo en pantalla, algunas más reales otras más grotescas, unas más sangrientas otras más sutiles, unas individuales otras colectivas. Sin embargo, en el contrato del espectáculo, sabemos que esas muertes no son reales. Sabemos que lo que estamos viendo es una representación que, por mayor efecto que nos pueda causar su visión, nada ha cambiado en el mundo real.
Sin embargo, la destrucción de la plata es una presentación de lo real. Al terminar el rodaje, ese dinero no se levantó, riéndose, cubierto de sangre y se volvió a su casa. Por el contrario, ese dinero no volverá, realmente ha muerto. y eso, no lo podemos soportar. "Quemar dinero inocente es un acto de canibalismo" señala un personaje de Plata quemada, de Ricardo Piglia. Esta descarnada visión del canibalismo nos aterra.
Lo mismo sucede con la muerte de los peces. Por ejemplo, en el rodaje de "El huevo de la serpiente", el actor principal, David Carradine, le exigió a Bergman que desistiera de su idea de asesinar a un caballo para filmar la escena en que se ve a dicho animal en procesos de descomposición. No recuerdo si el tema se solucionó "inventando" un caballo muerto, o utilizando a uno fallecido naturalmente..
De todos modos, la destrucción del dinero tiene un efecto más potente en tanto que es el valor principal de nuestra sociedad. Es algo que no ocurre ni en la realidad: ni al peor asesino, psicópata o genocida se le ocurriría destruir dinero. El caníbal, el que destruye dinero, de acuerdo al sentido común, es peor que los arquetipos que acabo de mencionar. Por eso, a los ladrones de Plata quemada (historia verídica, por cierto) "hay que hacerlos morir lentamente achicharrados" o "ponerlos contra la pared y colgarlos".
Destruir dinero frente a la cámara, parece, es como asesinar a alguien frente a la cámara. Lo curioso, es que si esto en verdad sucediera, nadie se lo creería.