miércoles, 31 de marzo de 2010

Persistencia



Se acerca el BAFICI, la fiesta del cine independiente no tan independiente (por lo menos en su mayoría). Debo admitir, que mi relación con este monumental festival es histérica y cambiante. He tenido años (como el pasado) en que fui a ver miles de películas, y otros (como el anterior) en que no vi ninguna. Esto se debe, fundamentalmente, a que me sucede algo similar a lo que comenté previamente con el espectáculo futbolístico: generalmente voy con todas las esperanzas, y me suelo comer bodrios fulminantes.
Cosa rara, porque siempre que comento del festival con mis amigos, recibo comentarios tipo: "¡No sabés las pelis que estuve viendo!", o "Vi una de un director de las Islas Faroe, Sigismund Bjornson Tornbikildsenner, que la rompe". No sé si es una cuestión de mala suerte (o desinformación) de mi parte, o un inflamiento por parte de mis pares. Tengo la sospecha de que es una mezcla de las dos. Admitámoslo, como sabemos que nadie debe haber visto ese embole desconocidísimo que fui a ver, podemos decir todo lo que queramos. Y a nadie le gusta andar admitiendo que anduvo perdiendo valiosas horas en experiencias inútiles y vacías.
Pero también debo admitir que mi criterio de selección de películas suele ser muy desordenado: me fijo en el programita las de nombres copados, y sinopsis aceptables, y adentro.
Por eso, este año decidí ver pocas (a saber, ocho) pero que, a su vez, tienen críticas interesantes o, directamente, son los hits del festival, como "Police, Adejctive" o "La cinta blanca", que incluso ya vi en DVD. Las únicas entradas que compré con el viejo y erróneo criterio son para"Vivir en Sevilla" (de Gonzalo García Pelayo, definido como "un Godard profundamente andaluz"), y "Descomedidos y Chascones", que me convenció por el nombre.
Veremos qué sucede en este festival donde el tiempo se toma un especie de spring break descontrolado. A medida que avance, iré haciendo los debidos comentarios sobre los films.

martes, 30 de marzo de 2010

Encuentro

Ayer, mientras me lamentaba de pie, en el pasillo que da a la escalera en el estadio Monumental, esperando a que los policías nos dejen escapar de esa verdadera casa de horrores, tuve una epifanía.
Como decía, deambulaba en círculos, a paso cansino, cuando vi una campera que reconocí: blanca, con la banda roja cruzada, y la leyenda "Perú" en el frente. Vi la cara del portador, era él: el hombre que se sentó al lado mío, dos años atrás, en la caída esrepitosa contra San Lorenzo por la Copa Libertadores; el hombre con quien, en un rapto de euforia luego del segundo gol (de Abreu) abracé como al más querido de mis amigos.
Obviamente, no lo saludé, pues ya aprendí a acostumbrarme a contar con una memoria asimétrica a la de mis pares.
Triste encuentro, pasaron ya dos años de aquel fatídico día, y su cara (y mi cara) sigue siendo la misma. Domingo tras domingo insisto en mi costumbre de perder cinco horas y media de mi vida (entre ida, vuelta, partido y demoras) en ilusionarme y, automáticamente, desilusionarme a la vista de una coreografía tan perfectamente descoordinada que parece planificada. Como una máquina, el mecanismo siempre es el mismo: ilusión, desilusión.
Y me pregunto: ¿qué es lo que me empuja a seguir yendo, estoicamente a la cancha? Podría decir la pasión, concepto tan mentado a la hora de hablar de fútbol, pero me parece udemasiado amplio, irracional y, francamente, alejado de la realidad. También podría decir que es el placer de ver un partido entero, real, y no el (cada vez peor) montaje televisivo del mismo: es, en parte cierto, pero si fuera así, nada me impide ir a ver otros partidos a otros estadios.
En definitiva, me inclino a creer que, por suerte (¿o por mala suerte?) todavía no perdí la esperanza (qué asco de palabra). Aún sabiendo de que River no tiene equipo ni para pelear el descenso, yo sigo creyendo que el próximo domingo toda la malaria se va a acabar.
La pregunta, ahora, es ¿hasta cuándo? ¿cuán lejano está el momento en el que, finalemente, deje penetrar definitivamente la racionalidad a mi sentir futbolero? Me inclino a pensar que la respuesta es nunca.

viernes, 19 de marzo de 2010

Dilema de fútbol

Los que habitamos al sur del Ecuador, ya nos acostumbramos al hecho de que el desarrollo del deporte más hermoso del mundo -como lo definiera el otrora relator de ESPN, Luis Omar Tapia- se da en las tierras lejanas de Europa y no acá. Nos acostumbramos a disfrutar por poco tiempo en nuestra liga a varios de los jugadores más exquisitos del mundo, para luego verlos triunfar o fracasar en equipos grandes, chicos o medianos de los grandes y pequeños países de Europa. Así es que, los que amamos a este deporte, también nos acostumbramos a seguir la Champions League, incluso en mayor medida que la inevitablemente devaluada Libertadores de América.
Hoy recibí una visita de un amigo que, ni bien abierta la puerta de mi morada me dijo entusiasmado: "¿Viste cómo salió el sorteo de la Champions?". No lo había visto. "¡El Arsenal juega contra el Barça!". Sí, los dos equipos de juego más vistoso del mundo se enfrentarán.
Mi dilema es el siguiente: ¿debo estar contento o amargado?. En el momento, mi amigo se alegró y yo me amargué. Mi amigo argumentó que va a ser un partido lindísimo, y que en algún momento se irían a cruzar. Yo argumenté, puerilmente -pero no por eso, con menos razón- que no quiero que se eliminen tan rápido entre sí, y que no iba a saber por quién hinchar. ¡Ah, la incertidumbre!

miércoles, 17 de marzo de 2010

Retracción


En la vida hay momentos que, según dicen, nos ayudan a crecer como personas y que, para mí, son espantosos. Esta es una de esas ocasiones: es momento de retractarme.
Me pasé el verano argumentando contra ese frankenstein mundial que es Lost. Ayer no pude evitar ceder a la tentación y comencé a ver la temporada 5. Vale alcarar que seguí la serie hasta la 4 hasta que me revelé a ese sistema cruel de suspenso gratuito e irracionalidad demente y logré desprenderme de la adicción. Sin embargo, el ocio me empujó de vuelta y, a decir verdad, lo estoy disfrutando
Siempre le critiqué su narrativa pedorra, y ahora descubro que, en verdad es bastante original. Es cierto, de todos modos, que hace agua en ciertas cosas, ya que todo este quilombo del tiempo genera incongruencias con las temporadas anteriores (por ejemplo, si Jin se le aparece a Rousseau ni bien llega a la isla, lo debería haber reconocido en el "presente" de las temporadas anteriores). De todos modos, se lo perdono.
Me había olvidado del placer de ver a un personaje tan bien construido como Benjamin Linus (lejos, mi favorito). Aunque también me siguen enervando Jack y Kate con sus estupideces típicas de héroes típicos de una serie típica. También me encanta el mecanismo narrativo de entrelazamiento constante, y el desarrollo de múltiples historias cuasi-paralelas. Es cierto, muchas veces deriva en el concepto religioso de "destino", pero está bien, es una serie y no se le puede pedir más que entretenimiento masturbatorio, y Lost me lo brinda a granel. ¡Que viva!

lunes, 15 de marzo de 2010

Revisión de guerras y cabras


Aparentemente, EEUU ya entró en la época en que se permiten las manifestaciones artísticas basadas en la guerra de Irak. Es decir, los artistas, por fin, están intentando pensar la guerra.The Hurt Locker (2008, Kathryn Bigelow) es una de estas obras, que hoy está en boca de todos, gracias al Oscar y al aclamado realismo que presenta. No hay que ser Einstein para ver que, detrás de su supuesta crítica a los "adictos a la guerra", la peli presenta una exaltación patriotera y belicista que existe desde que Yankilandia es Yankilandia. De hecho, la dedicatoria de Bigelow, al recibir el galardón, a "los muchachos de uniforme que nos protegen" no hace más que hundirla más en el fango de la industria cultural imperialista.

The Men Who Stare at Goats
(2009, Grant Heslov) se ubica, podría decirse, casi en las antípodas. En principio, porque cuenta con un registro tan lejano del realismo, que le evita todo tipo de pretensión documentalista falsa y culposa (como diría Mariano) y haga que uno la pueda ver sin odio. Además, porque la historia se atiene a lo que intenta criticar, que es el ejército norteamericano. Lo que hace de The Hurt Locker la película belicista que es, es la mostración de las maldades de los terroristas que, al fin y al cabo, justifican las acciones protectoras de los yankis.
The Men..., relata con ironía los vericuetos de un hippie (Jeff Bridges, cuándo no) que organiza en el ejército una división de soldados "jedis", para hacer el bien a la humanidad con actividades parapsíquicas. Sin duda, este oxímoron (ejército hippie) es la piedra angular sobre la que se basa el film, y la que le da los más altos vuelos cómicos (la tropa entera tripeando con LSD se lleva todos los premios). De todos modos, hasta ahí llega la peli. No es una crítica feroz al ejército yanki (y tampoco pretende serlo), es simplemente una comedia imposible que se burla -eso sí- de la estupidez de una estructura tan omnipotente y desatinada como es la de las fuerzas armadas del gran pais del norte.
En definitiva, ambas pelis toman posición con respecto a la guerra de Irak. Una nos dice que, si bien los soladados cometen excesos, tienen buenas intenciones y son necesarion para la Paz mundial. La otra, evita el comentario directo sobre la guerra en sí, pero se enfoca en lo absurdo de la organización militar. Veremos qué más le depara a este flamante revisionismo de la invasión militar de Irak.

domingo, 14 de marzo de 2010

Culés

Etimología del sobrenombre que identifica a los seguidores del equipo que a todos nos gusta.

domingo, 7 de marzo de 2010

Los Oscar: La fiesta de todos


Dos galardones me sorprendieron de esta ceremonia embolante y previsible: Cristoph Waltz como actor de reparto (el Coronel Landa de Inglorious Basterds) y El secreto de sus ojos, mejor película extranjera. La primera sorpresa fue grata: si bien no vi las actuaciones de los otros cuatro nominados, es indudable que la de este austríaco desconocido (por lo menos para mí) es impresionante. La segunda me genera más dudas.
Si bien ver a Francella en el escenario fue una lifetime experience -expresión favorita de la multipremiada Bigelow-, debo admitir que me indigna un poco que alguien en el mundo pueda pensar que el film de Campanella puede siquiera estar en una misma terna que Das Weisse Band, de Haneke. Por supuesto, sabía que esta peli no iba a ganar, pero sí pensaba que Ajami tenía más chances, debido a que presenta la tendencia actual de Hollywood (y la maquinaria cultural yanki en su totalidad) de tolerancia light y mentirosa.
Yendo a la peli en sí (El secreto de sus ojos), debo admitir que con el tiempo me fue gustando cada vez menos. Ni bien la vi (unos cuantos meses atrás) quedé engatusado como casi todo el mundo: el virtuosismo visual de ciertas escenas, y la calidad técnica son inéditas en el cine argentino. Además, cuenta con buenas actuaciones (Francella, una revelación) y una historia aparentemente osada.
Sin embargo, tiene algo que me molesta mucho: realiza un falseamiento de la realidad que estimo harto peligroso. La peli se desarrolla con un registro meticulosamente realista en lo que respecta a la construcción física y a los sucesos político-sociales de los años inmediataente previos a la Dictadura. Sin embargo, al final se da una situación asquerosamente irreal, que es el desquite de Pablo Rago contra el asesino de su novia. Creo que ninguna película referida al terrorismo de Estado, que se precie de realista, puede tener un happy ending como sí posee El secreto de sus ojos. Es inaceptable que un espectador salga del cine con el alivio que genera este final.
Hay represores sueltos a granel en la calle, y la solución es colectiva e histórica. Sin embargo, la peli nos dice que los crímenes fueron vengados, en la oscuridad individual y no a la luz colectiva. Nos dice que nos quedemos tranquilos: alguien ya resolvió los crímenes por nosotros.
Claro que, luego de estas elucubraciones, no entiendo cómo fue que me sorprendió que la peli ganara el premio. En fin, hoy festejamos todos los argentinos, sobre todo Rolando Schiavi que, de postre, vio a su media naranja, Sandra Bullock, ganar el premio a Mejor Actriz.


jueves, 4 de marzo de 2010

Un héroe de nuestros tiempos

Con motivo de su cumpleaños número 36, el equipo editorial de La máquina significante (Agustín y yo) no puede dejar pasar la ocasión de felicitar al queridísimo Ariel Arnaldo Ortega. En un tiempo de exigencias, urgencias, locura y deportistas-androides al mejor estilo "Ruso de Rocky IV", un atleta se anima a ser salvajemente humano. ¡Salud!

martes, 2 de marzo de 2010

El viaje de vuelta

El lunes 15 de febrero a la tarde llegué a Buenos Aires en un bondi de la empresa Almirante Brown, luego de un viaje de 28 horas, aproximadamente. Tuve la suerte de que dicho locomóvil estuviera dotado de un azafato (debería decir flight attendant) munido de un interesante y variado stash de películas, lo cual me mantuvo entretenido durante gran parte del periplo. A continuación, la lista completa:

1) Tenacious D. in the Pick of Destiny (2006, Liam Lynch): poco puedo decir de ésta puesto que recién me desperté para ver el final. De todos modos, por lo que escuché de mis entrañables amigos, el tronco del film no varía mucho de lo que pude ver. Esto es, humor pueril y del palo, es decir, referente al porro. La famosa parodia de Capusotto (¡Está hablando del faso!) se adecua perfectamente. Lo único que genera esta basura es que algún espectador gilún diga: “¡Uh, cómo le cabió al diablo!” (sí, aparece el diablo personificado por Dave Grohl), o “¡Fa, cómo la está flashando el gordo!”, etc. No tengo nada contra las comedias vacías (como se verá más adelante), pero a esta, evidentemente, no se le cae una idea.

2) Scarface (1983, Brian de Palma): casualmente, ya había visto esta peli unas semanas antes, con el detalle de que la copia no me había permitido ver el minuto final. Esto me permitió concentrarme más en el esqueleto de la obra, así como también disfrutar de la inteligentísima puesta en escena y de cámara. No he tenido la chance de ver la original, de Howard Hawks, pero en la contrucción se ve un apelamiento a los recursos clásicos de suspense (como la bomba debajo del auto) o truquitos visuales como el viejo y querido zoom in-travel out. Supongo que el alto grado de refinamiento visual me hace perdonarle su visión fascista y yanqui sobre Cuba. Además, la actuación de Al Pacino, y su transformación paulatina en un loco paranoide y merquero es alucinante.

3) Hangover (2009, Todd Phillips): un gran halo de expectativa cubría esta película. Unos días atrás, una fuente bastante confiable nos había dicho que estefilm era el suceso del año en lo que a cine choto se refiere. Pero fue una decepción. Todos (yo y mis dos amigos) esperábamos más descontrol, es decir, algo parecido a “Pánico y locura en Las Vegas”; pero nos encontramos con una comedia con un tono demasiado soft y previsible. Lo poco que se puede rescatar es al personaje del barbudo moviéndole el brazo a un bebé como si se estuviera haciendo la paja (eso sí es irreverente) y la secuencia de los créditos, en la que se reconstruye toda la noche por medio de fotos. Además, siempre es un placer ver a Heather Graham. Pero fuera de eso, nada.

4) Million Dollar Baby (2004, Clint Eastwood): si bien siempre me gustó verlo a Clint como el tipo más duro y rápido del Oeste, le tengo bastante desconfianza como director (injustificada, puesto que la única peli que había visto de él, The Unforgiven, me había gustado mucho). Creo que esta peli debería haber sido lo que “Candilejas” fue para Chaplin, es decir, la caída de un mito. La aparición posterior de Gran Torino lo desmiente (puesto que vuelve a recurrir al viejo personaje del tipo duro, aunque cada vez más anciano). Pero eso no le quita a Million Dollar Baby el valor que se merece. En el film vemos a un Clint, mañoso, anciano y con una gran carga de culpa. Creo que lo que más me gusta es que no aprende ninguna lección, sino que, por lo contrario, decide superarse a sí mismo y todo le sale mal (Maggie, su entrenada, gana el campeonato mundial, pero a raíz de un golpe desleal, queda cuadripléjica). También está bien la preponderancia de la ley de los hombres, por sobre la de Dios, marcada en el acto final y decisivo de Clint. Creo que, en ese sentido, la peli es trágicamente realista.

5) Happy Gilmore (1996, Dennis Dugan): Sí, a esta altura, ya se fue todo al carajo. Humor pavote para recordar los bellos tiempos de la infancia tardía. Una fiesta.