lunes, 19 de julio de 2010

Parte 2: Melisa

Un mediodía, me encontraba frente al ordenador, revisando mails o navegando desinteresadmente por la web, cuando me llegó el siguente mensaje de texto: "Ema, me compre el album del mundial y el colo me dijo que lo queres. Lo llenas conmigo? nos lo turnamos". Remitente: "Melisa".
No lo dudé: a la vuelta me compré mis tres primeros paquetes. Llegué a mi casa y me encontré con estos 3 sobres extraños envasados al vacío. Tardé en decidirme a abrirlos, quería saborear la experiencia lo más que se pudiera. Me demoré comiendo un sandwich y yendo posteriormente al baño. Finalmente, me senté en mi silla y procedí a abrirlos. La tarea no fue tan fácil como lo recordaba (en verdad, noté que no tenía ningún recuerdo específico del acto de apertura en sí): es preciso tener un sumo cuidad para evitar romper las figuritas que se encuentran en su interior. Por eso, conviene abrirlos despacio, en línea paralela al contorno de la figurita, hasta que en un momento, siguiendo el movimiento fluido y continuo del desagarramiento, se procede al corte diagonal. En ese momento se vislumbra el reverso del cromo, que nos revela un número que no significa absolutamente nada, junto con inscripciones en los idiomas más variados. Finalmente, despegamos el grupo compacto de cinco figus, y tiramos lo que queda del sobre a la basura.
No recuerdo cuáles fueron mis primeras quince figus. Sólo recuerdo la euforia. El sentimiento de posesión del jugador fotografiado (lo tengo a Messi, decimos) me transportó a ese estado de profunda admiración (y culto) al intérprete futbolístico que tenía durante mis tiernos años de la infancia. Luego de ordenar por número las recién adquiridas figuritas, desempolvé mi viejo álbum de Francia '98, en cuya tapa se ve la siguiente inscripción en birome: "Agustín Schmukler - 4º A". Fui directamente a la página de Argentina y los vi juntos, en línea, a dos de mis grandes ídolos de todos los tiempos: Ortega y Gallardo. Y a su lado, un ídolo perteneciente a mi madurez: Riquelme.
Pasaron tres o cuatro días y mi pilón engordaba. Pasaba revista a mi colección más de una vez por día. El cuarto día una frase angustiante sobrevoló mi cabeza: "nos lo turnamos". ¿Hasta cuándo? Una vez que lo completáramos, ¿qué haríamos con el álbum? ¿Sorteo? Vi la posibilidad de perder el álbum y me desesperé. Si justamente yo quería que este álbum pudiera representar dentro de un tiempo lo que aquel de Francia '98 significa hoy. ¿Cómo podría alejarme de él? ¿Cómo podría desterrarlo de mi historia?
La llamé a Melisa y le conté la situación. Me confesó tener las mismas dudas. Quedó decidido: cada uno juntaría las figus por su cuenta.
Renací. Salí corriendo a la calle a comprarme mi álbum. Luego de correr bajo la lluvia durante veinte minutos, y de haber recibido más de diez respuestas negativas, lo conseguí en un quiosco de diarios. El joven antipático me cobró ocho pesos (un robo) pero no me quedó más remedio.
Corrí las cuatro cuadras que me separaban de mi hogar. Apoyé el álbum, todavía resplandeciente en mi escritorio, y procedí a pegar las cuarenta o cincuenta figus que tenía acumuladas.

2 comentarios:

  1. y yo tengo que admitir que soy un fiel seguidor de las cronicas, lija

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  2. Y yo tengo que admitir que pocas cosas me emocionaron tanto como recordar que yo te inicié en este camino. Y así como te inicié, voy a ser yo quien haga que llegues al final de la odisea.
    Vení, vení,
    cantá conmigo,
    que una amiga vas a encontrar.
    Que de la mano
    de melisita
    la última figu vas a pegar.

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