martes, 30 de marzo de 2010

Encuentro

Ayer, mientras me lamentaba de pie, en el pasillo que da a la escalera en el estadio Monumental, esperando a que los policías nos dejen escapar de esa verdadera casa de horrores, tuve una epifanía.
Como decía, deambulaba en círculos, a paso cansino, cuando vi una campera que reconocí: blanca, con la banda roja cruzada, y la leyenda "Perú" en el frente. Vi la cara del portador, era él: el hombre que se sentó al lado mío, dos años atrás, en la caída esrepitosa contra San Lorenzo por la Copa Libertadores; el hombre con quien, en un rapto de euforia luego del segundo gol (de Abreu) abracé como al más querido de mis amigos.
Obviamente, no lo saludé, pues ya aprendí a acostumbrarme a contar con una memoria asimétrica a la de mis pares.
Triste encuentro, pasaron ya dos años de aquel fatídico día, y su cara (y mi cara) sigue siendo la misma. Domingo tras domingo insisto en mi costumbre de perder cinco horas y media de mi vida (entre ida, vuelta, partido y demoras) en ilusionarme y, automáticamente, desilusionarme a la vista de una coreografía tan perfectamente descoordinada que parece planificada. Como una máquina, el mecanismo siempre es el mismo: ilusión, desilusión.
Y me pregunto: ¿qué es lo que me empuja a seguir yendo, estoicamente a la cancha? Podría decir la pasión, concepto tan mentado a la hora de hablar de fútbol, pero me parece udemasiado amplio, irracional y, francamente, alejado de la realidad. También podría decir que es el placer de ver un partido entero, real, y no el (cada vez peor) montaje televisivo del mismo: es, en parte cierto, pero si fuera así, nada me impide ir a ver otros partidos a otros estadios.
En definitiva, me inclino a creer que, por suerte (¿o por mala suerte?) todavía no perdí la esperanza (qué asco de palabra). Aún sabiendo de que River no tiene equipo ni para pelear el descenso, yo sigo creyendo que el próximo domingo toda la malaria se va a acabar.
La pregunta, ahora, es ¿hasta cuándo? ¿cuán lejano está el momento en el que, finalemente, deje penetrar definitivamente la racionalidad a mi sentir futbolero? Me inclino a pensar que la respuesta es nunca.

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