Se acerca el BAFICI, la fiesta del cine independiente no tan independiente (por lo menos en su mayoría). Debo admitir, que mi relación con este monumental festival es histérica y cambiante. He tenido años (como el pasado) en que fui a ver miles de películas, y otros (como el anterior) en que no vi ninguna. Esto se debe, fundamentalmente, a que me sucede algo similar a lo que comenté previamente con el espectáculo futbolístico: generalmente voy con todas las esperanzas, y me suelo comer bodrios fulminantes.
Cosa rara, porque siempre que comento del festival con mis amigos, recibo comentarios tipo: "¡No sabés las pelis que estuve viendo!", o "Vi una de un director de las Islas Faroe, Sigismund Bjornson Tornbikildsenner, que la rompe". No sé si es una cuestión de mala suerte (o desinformación) de mi parte, o un inflamiento por parte de mis pares. Tengo la sospecha de que es una mezcla de las dos. Admitámoslo, como sabemos que nadie debe haber visto ese embole desconocidísimo que fui a ver, podemos decir todo lo que queramos. Y a nadie le gusta andar admitiendo que anduvo perdiendo valiosas horas en experiencias inútiles y vacías.
Pero también debo admitir que mi criterio de selección de películas suele ser muy desordenado: me fijo en el programita las de nombres copados, y sinopsis aceptables, y adentro.
Por eso, este año decidí ver pocas (a saber, ocho) pero que, a su vez, tienen críticas interesantes o, directamente, son los hits del festival, como "Police, Adejctive" o "La cinta blanca", que incluso ya vi en DVD. Las únicas entradas que compré con el viejo y erróneo criterio son para"Vivir en Sevilla" (de Gonzalo García Pelayo, definido como "un Godard profundamente andaluz"), y "Descomedidos y Chascones", que me convenció por el nombre.
Veremos qué sucede en este festival donde el tiempo se toma un especie de spring break descontrolado. A medida que avance, iré haciendo los debidos comentarios sobre los films.
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