domingo, 1 de agosto de 2010

Parte 4: Fernando

Nos enviamos los archivos de excel con nuestras listas de figuritas faltantes, y se determinó un intercambio bastante caudaloso (10 o 12 a esa altura eran muchas, dado que me faltaban alrededor de 50 nomás).Me propuso juntarnos en Santa Fé y Pueyrredón a las 12 50. Le pregunté si podía a la 1 y me dijo que no, tenía que ser a las 12 50.
Llegué a la esquina donde está la Clínica Suizo-Argentina unos minutos temprano. Até la bicicleta a un poste y me quedé esperando a Fernando, dando pequeños rodeos y con las figuritas en la mano, y bien a la vista de los transeúntes, para ser reconocido fácilmente por el socio del momento.
A las 12 50 exactas se apersonó el hombre: medio gordito, vestido con campera de jean, de cabeza con primeros signos de calvicie y cara bonachona. Un tipo muy simpático, Fernando; me contó que, a diferencia del resto de las personas con las que he intercambiado, él también las junta por placer personal y que ya tiene varias colecciones de figuritas históricas completas. Sin embargo tenía una excentricidad: no compra álbumes. Es decir, se puede decir que "llena un álbum" pero nunca pegó una figurita en uno de ellos. Por el contrario, guarda colecciones enteras de cromos en cajas de zapatos.
El otro dato que me llamó poderosamente la atención fue que la razón de la precisión rigurosa del horario (12 50) se debía a que 10 minutos después su mujer sería sometida a una ecografía. La razón: ¡Tenían fecha para tener su primer hijo al día siguiente! Me pregunté qué carajo hacía el amigo cambiando figuritas el día anterior a ser papá por primera vez. Son misterios inherentes a una edad a la que no pertenezco y que decididamente no me concierne.
Conversamos unos minutos. Le comenté que en Ciudad de la Paz y Monroe hay un polo de intercambio muy interesante, él me recomendó un kiosco por Las Cañitas donde la vieja que atiende cambia figuritas, pero en general sólo a los chicos. Prometí chequearlo (sabiendo que nunca lo haría). Finalmente nos despedimos y le deseé suerte tanto para llenar el álbum (en sentido metafórico, porque Fernando no lo tiene) como para su experiencia como padre.

miércoles, 28 de julio de 2010

Parte 3: Adrián

Las repetidas se me apilaban, rápidas, en mi escritorio. Las contaba y hacía cálculos para ver cuánta plata había gastado en balde. Los números me empezaron a abrumar (como dijo alguna vez Robbie Robertson, guitarrista de The Band, explicando porqué se separaban luego de veinte años de gira) y comencé a desesperar.
Así fue que conocí un foro extraño, donde la gente arregla encuentros para intercambar figuritas. Su nombre: "Figuritas Panini Mundial Cambio" y a continuación "Reservado para niños de 5 a 15 años". Me pareció raro que niños de dichas edades pudieran comerciar eficazmente sus figus por este medio. No tardé en descubrir que en el foro conviven comentarios de niños y de sus padres. Por eso, no son raros los posts del tipo: "Hablé con tu papi y quedamos en juntarnos en X a cambiar. Te guardo la 202 -348 etc." Todo me parecía muy extraño, sobre todo la palabra "papi".
Lo primero que hice fue mandar a un mail a un tal Adrián, quien me pasó la lista de las que le faltaban en un excel. Yo no le mandé nada porque todavía me faltaban muchas, y concertamos un encuentro al día siguiente, viernes, a las 20 05 en Santa Fé y Billinghurst, esquina OSDE, cerca de nuestros trabajos.
Llegué corriendo, pues estaba retrasado. Allí me encontré con un hombre, pelado, de unos 40 años, vestido de oficinista tipo "casual" (probablemente trabaja en una compañía de seguros, pensé), quien me explicó que junta para su hijo de seis años que, como es muy chico, no tiene muchos compañeros con quién cambiar. Me encogí de hombros y le comenté que yo me autogestionaba.
El intercambio fue muy bueno: yo le di 19 y él a mí 12. Sin embargo, había siete de diferencia. En general, como en estos intercambios prima la "buena onda" (como más tarde descubrí), el sobrante se cambia por otras repetidas al azar. Como no estaba muy ducho en el tema (y se ve que Adrián lo entendió a juzgar por mi cara, cuando me hizo esa proposición), me terminó ofreciendo: "Hagamos así, te doy cuatro mangos y con eso te comprás dos paquetes y listo". Acto siguiente, sacó los dos billetes de su billetera y me los entregó ágilmente, como quien no quiere la cosa. "Esta es la sensación más parecida a ser un Taxi-Boy que voy a tener en mi vida", pensé. Y no me disgustó mucho: se sabe que el dinero extra siempre viene bien.
Nos separamos y quedamos en continuar nuestros encuentros (de hecho, consumamos cuatro más). Volví a mi casa feliz, con varias figus nuevas, dos paquetes más y el vuelto de cincuenta centavos.

(Crónicas de un coleccionista: posts anteriores)

lunes, 19 de julio de 2010

Parte 2: Melisa

Un mediodía, me encontraba frente al ordenador, revisando mails o navegando desinteresadmente por la web, cuando me llegó el siguente mensaje de texto: "Ema, me compre el album del mundial y el colo me dijo que lo queres. Lo llenas conmigo? nos lo turnamos". Remitente: "Melisa".
No lo dudé: a la vuelta me compré mis tres primeros paquetes. Llegué a mi casa y me encontré con estos 3 sobres extraños envasados al vacío. Tardé en decidirme a abrirlos, quería saborear la experiencia lo más que se pudiera. Me demoré comiendo un sandwich y yendo posteriormente al baño. Finalmente, me senté en mi silla y procedí a abrirlos. La tarea no fue tan fácil como lo recordaba (en verdad, noté que no tenía ningún recuerdo específico del acto de apertura en sí): es preciso tener un sumo cuidad para evitar romper las figuritas que se encuentran en su interior. Por eso, conviene abrirlos despacio, en línea paralela al contorno de la figurita, hasta que en un momento, siguiendo el movimiento fluido y continuo del desagarramiento, se procede al corte diagonal. En ese momento se vislumbra el reverso del cromo, que nos revela un número que no significa absolutamente nada, junto con inscripciones en los idiomas más variados. Finalmente, despegamos el grupo compacto de cinco figus, y tiramos lo que queda del sobre a la basura.
No recuerdo cuáles fueron mis primeras quince figus. Sólo recuerdo la euforia. El sentimiento de posesión del jugador fotografiado (lo tengo a Messi, decimos) me transportó a ese estado de profunda admiración (y culto) al intérprete futbolístico que tenía durante mis tiernos años de la infancia. Luego de ordenar por número las recién adquiridas figuritas, desempolvé mi viejo álbum de Francia '98, en cuya tapa se ve la siguiente inscripción en birome: "Agustín Schmukler - 4º A". Fui directamente a la página de Argentina y los vi juntos, en línea, a dos de mis grandes ídolos de todos los tiempos: Ortega y Gallardo. Y a su lado, un ídolo perteneciente a mi madurez: Riquelme.
Pasaron tres o cuatro días y mi pilón engordaba. Pasaba revista a mi colección más de una vez por día. El cuarto día una frase angustiante sobrevoló mi cabeza: "nos lo turnamos". ¿Hasta cuándo? Una vez que lo completáramos, ¿qué haríamos con el álbum? ¿Sorteo? Vi la posibilidad de perder el álbum y me desesperé. Si justamente yo quería que este álbum pudiera representar dentro de un tiempo lo que aquel de Francia '98 significa hoy. ¿Cómo podría alejarme de él? ¿Cómo podría desterrarlo de mi historia?
La llamé a Melisa y le conté la situación. Me confesó tener las mismas dudas. Quedó decidido: cada uno juntaría las figus por su cuenta.
Renací. Salí corriendo a la calle a comprarme mi álbum. Luego de correr bajo la lluvia durante veinte minutos, y de haber recibido más de diez respuestas negativas, lo conseguí en un quiosco de diarios. El joven antipático me cobró ocho pesos (un robo) pero no me quedó más remedio.
Corrí las cuatro cuadras que me separaban de mi hogar. Apoyé el álbum, todavía resplandeciente en mi escritorio, y procedí a pegar las cuarenta o cincuenta figus que tenía acumuladas.

viernes, 16 de julio de 2010

Parte 1: Valentín

Todo empezó cuando nada había empezado. Corría principios de junio, faltaban pocos días para el inicio del Mundial, y yo todavía me debatía si comprarme el álbum o no. Me moría de ganas por hacerlo, pero pensaba que el gasto a afrontar sería muy grande, y que no tendría a nadie con quien cambiar las figuritas repetidas.
Los lunes y miércoles doy clases de inglés en un instituto a un grupo de cuatro niños de primer grado. Desde hacía un par de semanas que los tres varones venían trayendo sus álbumes y yo me relamía hojeándolos al comienzo de la clase.
Un lunes nadie trajo el álbum, pero Valentín (el más alto pero más pequeño en edad) entró con el escudo de Holanda en la mano (después me enteraría que los escudos son los más difíciles) e inquirió: "¿Alguien tiene el escudo de Argentina? Traje este para cambiarlo". El resto respondió de la manera más contundente posible: dijeron no a la pasada y siguieron jugando con sus aviones, muñecas y camiones de bomberos.
Acto siguiente, Valentín, visiblemente frustrado, deposita el cromo en la mesa donde los niños deben dejar sus juguetes y demás objetos personales durante la clase, y en ese momento comenzó mi tormento. Ahí estaba: ese león naranja con corona que saca su lengua, extremadamente larga, dibujado con trazos sueltos y señoriales. Debajo, la inscripción "KNVB", tan imponente como inentendible; pensé en que debía ser la única asociación de fútbol del mundo que no tuviera la letra efe en sus siglas. El naranja del león y la sigla combinaba perfecto con su fondo rectangular blanco y el plateado cromado de los bordes. Una pinturita.
Durante toda la clase rondaba por mi cabeza el dilema ético de si llevarme esa figurita o no. En realidad nunca consideré el "llevármela" propiamente dicho, sino que esperaba que Valentín inocentemente se la olvidase para así yo tener vía libre. Vale aclarar a esta altura del relato que, como aclaré al principio, yo todavía no juntaba las figuritas, por lo que mi deseo se justificaba sólo con la belleza de esa en particular, y el estilo de fútbol que representa la selección holandesa de fútbol.
Una vez decidido eso, me relajé. En un momento, el siempre despierto Pablo arrebató el cromo de la mesa, para esconderlo, y yo lo amonesté ligeramente y le pedí que lo devuelva. Lo tomé y lo dejé de tal manera que la mitad del escudo quedó debajo del equipo de música.
Llegó el fin de la clase, y les dejé a los chicos sus habituales cinco minutos de recreo. Los cuatro se entretenían armando una casa de legos y recreando salvatajes con el camión de bomberos; el escudo de Holanda no parecía estar en la cabeza de nadie, y brillaba, imponente, en la mesa. Vinieron las niñeras, madre y empleadas a buscarlos. Se abrigaron y comenzaron a salir del aula. Primero salieron Pablo (distinto al Pablo antes nombrado) y Guadalupe. Luego salió Valentín, todavía poniéndose la campera, distraído, sin la figurita. Detrás salía el otro Pablo, y yo ya pensaba en dónde iba a pegar el escudo: tenía que ser un objeto que usara todos los días, pero que pueda durar en el tiempo. Cualquier cuaderno o carpeta quedó descartado, la cartuchera era una buena opción y el dorso del celular, la mejor. Pablo también se vestía mientras caminaba hacía la puerta. Sin embargo, lo recordó: "¡Valen, te olvidás la figu!". El sueño se desplomó. Valentín la tomó con desgano (¡con desgano!) y se la llevó, lejos de mí para siempre.
Días después, viendo el efecto que tuvo en mí esa figurita y, el ánimo que me dio Melisa al comprarse el álbum, comenzó la aventura.

martes, 13 de julio de 2010

Crónicas de un coleccionista: Parte 0

Durante el último mes me dediqué, no sólo a mirar detenidamente la fiesta futbolera más grande de todas, sino también a llenar el álbum de figuritas correspondiente a dicho evento. Mi deseo irrefrenable de completarlo me llevó a participar de aventuras por lo menos insólitas, y a descubrir al niño que llevo dentro, entre otras cosas. Hoy me faltan sólo 10 cromos, y lo más probable es que el fin de semana se termine la odisea. En los próximos días me dedicaré a narrar algunos acontecimientos en los que me vi envuelto gracias a mi inquebrantable fuerza de voluntad y -¿por qué no decirlo?- al arrebato regresivo en el que estoy sumido últimamente.
Mañana: la primera entrega.

lunes, 7 de junio de 2010

Las ventajas de ser argentino

1) Tiramos papelitos cuando nuestro equipo sale a la cancha.
2) Cantamos, no importa si ganamos o perdemos.
3) Podemos usar una media como pelota de fútbol.
4) Maradona jugó varios partidos con el tobillo hinchado.
5) Jugamos con el corazón, por eso hay al menos un argentino en cada equipo campeón.

¡Viva la patria!

domingo, 6 de junio de 2010

La escena más violenta en la historia del cine

"El séptimo continente", de Michael Haneke es una película tan genial como polémica. Así como a muchos nos fascina, a un gran número de espectadores culposos los escandaliza. La razón, a saber, de dicho encono, se centra en dos escenas: 1) la muerte de unos peces domésticos, privados del agua; y 2) la destrucción de un gran número de billetes. Yo me voy a centrar principalmente en la segunda.
Cuenta la leyenda que cuando se presentó el film en Cannes, muchos espectadores huyeron furiosos de la sala luego de ver estas escenas. Lo curioso, tal como cuenta Haneke en una entrevista, es que nadie se escandalizó con las escenas en que los padres asesinan a su propia hija y luego se quitan su propia vida. Por el contrario, la destrucción del dinero fue inaceptable.
Por eso afirmo que esta escena es la más violenta de la historia del cine (por lo menos, de lo que conozco de ella, si alguien me quiere contradecir, ¡bienvenido sea!). Estamos absolutamente acostumbrados a ver muertes de todo tipo en pantalla, algunas más reales otras más grotescas, unas más sangrientas otras más sutiles, unas individuales otras colectivas. Sin embargo, en el contrato del espectáculo, sabemos que esas muertes no son reales. Sabemos que lo que estamos viendo es una representación que, por mayor efecto que nos pueda causar su visión, nada ha cambiado en el mundo real.
Sin embargo, la destrucción de la plata es una presentación de lo real. Al terminar el rodaje, ese dinero no se levantó, riéndose, cubierto de sangre y se volvió a su casa. Por el contrario, ese dinero no volverá, realmente ha muerto. y eso, no lo podemos soportar. "Quemar dinero inocente es un acto de canibalismo" señala un personaje de Plata quemada, de Ricardo Piglia. Esta descarnada visión del canibalismo nos aterra.
Lo mismo sucede con la muerte de los peces. Por ejemplo, en el rodaje de "El huevo de la serpiente", el actor principal, David Carradine, le exigió a Bergman que desistiera de su idea de asesinar a un caballo para filmar la escena en que se ve a dicho animal en procesos de descomposición. No recuerdo si el tema se solucionó "inventando" un caballo muerto, o utilizando a uno fallecido naturalmente..
De todos modos, la destrucción del dinero tiene un efecto más potente en tanto que es el valor principal de nuestra sociedad. Es algo que no ocurre ni en la realidad: ni al peor asesino, psicópata o genocida se le ocurriría destruir dinero. El caníbal, el que destruye dinero, de acuerdo al sentido común, es peor que los arquetipos que acabo de mencionar. Por eso, a los ladrones de Plata quemada (historia verídica, por cierto) "hay que hacerlos morir lentamente achicharrados" o "ponerlos contra la pared y colgarlos".
Destruir dinero frente a la cámara, parece, es como asesinar a alguien frente a la cámara. Lo curioso, es que si esto en verdad sucediera, nadie se lo creería.

domingo, 30 de mayo de 2010

El buen juego, siempre


El sábado pasado, mi tendencia asidua hacia los canales deportivos me llevó a ver la final de la Heineken Cup, que sería la Champions League del rugby. Aclaro que jamás se me ocurriría jugar a este deporte oligarca, pero también debo admitir que observarlo me produce mucho placer. Y todavía más placer me dio descubrir que la eterna dicotomía entre el juego vistoso y juego defensivo (llámeselo Bilardo vs Menotti, Barça vs Inter, etc) se da también en este deporte (y me aventuro a pensar que también en el resto de los deportes que se juegan en equipos, aunque no lo podría demostrar).
Lo que vi fue lo siguiente: un equipo vestido de negro, el Tolouse, que apostaba a la tenencia de la ovalada y al juego de los backs (la mitad del equipo más esbelta y ágil) contra otro ataviado con la bandera del País Vasco, el Biarritz, que jugaba a reventarla y a empujar con los forwards (los componentes gordos del team).
Frente a este cuadro de situación, comencé a hinchar por los primeros, seguro de ser consecuente con mi ideología futbolera (¿de vida?). El triunfo de "mi" equipo por 21 a 19 me alegró la tarde, y lo sentí como una revancha de las Fuerzas del Bien ante la afrenta del maldito Inter y sus logros mañosos y mezquinos en el fútbol europeo.

jueves, 27 de mayo de 2010

Lost, ni más ni menos

En una clase de filosofía del CBC, mi profesor, el dudoso Tomás Abraham dijo "hay que estar muy enojado para ponerse a escribir algo". Se refería, ¿cúando no? a Nieztsche. Yo decido salir de mi exilio verbal, justamente, por la ira que despertó en mí la cantidad de huevadas que hay que escuchar sobre el final de Lost.
En principio, es preciso decir que dicho final dividió completamente las aguas: hay quienes lo odian y quienes lo aman. Llamaré al primer grupo los mercantiles. Son aquellos que le achacan a Lost la falta de respuestas, son Jack. Son aquellos que que son incapaces de pensar la realidad, de increparla, pero alzan su grito de furia cuando una serie televisiva no explica exhaustivamente su propia realidad.
Lost, en sus seis temporadas, hizo un culto de la no-explicación, del bache, de la laguna. Evidentemente, si todo fuera resuelto, no sería Lost. El final debe estar integrado a la construcción de la obra. Los que se quejan no piden un buen final, piden un epílogo. Quieren ver a los guionistas en pantalla decir: "La isla es el infierno y están todos muertos". De hecho, Richard lo dice en un momento. Los que se quieran quedar tranquilos, vean ese episodio y váyanse a dormir.
La simplificación más simple, y más difundida en estos días es la siguiente: "estaban todos muertos". Voy a intentar dar mi visión sobre el tema:
En la sexta temporada hay dos historias paralelas: a) la de siempre, en la isla, y b) una dimensión paralela, qué pasaría si... (la isla no hubiese existido).
Evidentemente, el ciclo histórico "a" no puede ser puesto en duda (aunque después volveré sobre este tema), es lo que sucede, lo que existe (llamarlo real sería denostar la construcción narrativa de Lost). Lo que se intenta dilucidar es qué carajo es "b". Primero, hay intentar ubicarla en el tiempo, para entender que no tiene tiempo.
Antes de entrar a la iglesia, Hugo le dice a Ben "fuiste un buen número dos" y Ben le responde con un elogio análogo. Es decir, que Hugo y Ben continuaron viviendo en la isla luego del fin del relato de a. El relato de a no culmina con el fin de la isla (con su explicación, que sería lo mismo), sino que narra el fin de Jack. La vida sigue, un avión se llevó a Sawyer, Kate, Lapidus, Miles y Claire; ¿qué sucedió con ellos? Nunca lo sabremos. ¿Y Desmond? Tampoco lo sabremos. Aquí se termina nuestro relato, en un punto arbitrario (¿cuándo no?), el resto es historia.
Volviendo a b: queda claro que b no es la consecuencia inmediatamente posterior de a. Por el contrario, no pueden ser relacionados en términos temporales. Cuando Jack le pregunta a su papá si están todos muertos, éste dice algo así como "todos mueren tarde o temprano". No dice "sí, son todos fiambres". De hecho, Ben elige no irse con ellos, elige not to let go. Elige quedarse en esta realidad, inventada por ellos, pero no por ello menos real que la otra. Por el contrario, los otros personajes asumen que su historia terminó, que se acabó la ficción, deciden asumir su condición de reales y partir.
Puede ser que el mundo b sea la muerte. Pero sería la muerte no en un sentido cronológico (es decir, lo que sucede a la vida) sino en uno mucho más profundo: el potencial. Es la muerte como concepto transversal a la vida, que se encuentra en cada aspecto de ella. En este realidad (¿de muerte potencial?) los personajes saben qué sucedió en sus vidas, aún cuando el relato no nos las muestre.
Para finalizar, quiero volver a esa parte donde escribí: "el ciclo histórico "a" no puede ser puesto en duda (aunque después volveré sobre este tema), es lo que sucede, lo que existe (llamarlo real sería denostar la construcción narrativa de Lost)". Esta "no-puesta en duda" la sostuve con fines únicamente epistemológicos. Claramente, todo en Lost puede, y debe ser puesto en duda. De hecho, Daniel Link sostiene que la historia termina con la explosión de la bomba de hidrógeno al final de la quinta temporada, el resto es relato. Un relato enfermizo y megalómano que se niega a dejar de existir, y que de hecho no dejará de existir porque ya es parte de la historia.

domingo, 16 de mayo de 2010

Argentina abraza a Argentina

Siempre me cayeron bien los muchachos que reparten abrazos gratis por el centro, aunque debo admitir que nunca me animé a dejarme envolver en sus amables brazos. De hecho, creo que el abrazo es una conducta maravillosa y necesaria.
Sin embargo, el abrazo siempre es efímero, siempre termina. Es un arma humana, falible, es una ilusión.
"Argentina abraza a Argentina" es una ilusión: "que todos los argentinos tengan algo para comer por un día".
El hambre no tiene tiempo, es una condición. Comer por un día no significa no tener hambre. Un abrazo no soluciona nada.

martes, 20 de abril de 2010

Nuestro fútbol

En los últimos días trascendió en los medios que Esteban "el bichi" Fuertes, goleador histórico de Colón, junto a sus coequippers le dijeron cuanto insulto racista se les viniera a la cabeza a Breyner Bonilla, jugador colombiano de Boca. "Volvéte a Africa, negro de mierda" y demás comentarios soeces fueron escupidos por los jugadores del club santafesino.
Me pregunto: ¿es raro esto? Martín Souto, periodista defensor de la violencia en el fútbol (recuerden "El aguante") dice que sí, que esto es una situación extraordinaria. Yo opino que no, que esto es moneda corriente en el fútbol argentino.
Mucho se habla de la violencia que circunda al fútbol fuera del campo de juego (apriete de las barras a los jugadores, batallas campales, cuchillazos, asesinatos) pero siempre se habla de "grupos marginales", de que esos "no son los hinchas verdaderos". Cualquiera que vaya a la cancha sabe que la violencia está en todos los niveles sociales y geográficos de la fauna futbolera. La violencia no es sólo cagarse a trompadas, sino también está en el plateísta que putea a los jugadores o hace la famosa seña del dedo en el culo hacia la hinchada rival.
Y también la violencia está en el campo de juego. Ya nos acostumbramos a que en el ámbito del fútbol estén permitidos todo tipo de manifestaciones racistas, xenófobas y homofóbicas, y los jugadores no las eluden. Hoy los jugadores son unos fachos, vigilantes (nunca escapan a la posibilidad de pedir amarilla al contrario), mentirosos (simulan, exageran, reclaman) y ventajeros (hacen tiempo, esconden la pelota en el córner). Rompen con cualquier tipo de código de convivencia social, pero se sustentan en un viejo mito de que "en la cancha vale todo".
La violencia nunca es un hecho aislado, hay un sistema cultural que lo sostiene, y no sólo la complicidad de la policía, que no es más que una barra como cualquier otra.

jueves, 15 de abril de 2010

The Robber

2010, Der Räuber, Benjamin Heisenberg.
The Robber es una película placentera a la vista, pero disgustante al cerebro (decir "al alma" queda mejor, pero atenta contra mis preceptos ideológicos). Narra la historia (verídica) de un maratonista ladrón de bancos compulsivo. El film comienza con el fin de su cautiverio carcelario, que aprovechó para entrenarse, y el comienzo de su nueva vida. Resulta ser la revelación del atletismo austríaco, ganando la maratón de Viena, pero continúa con sus andanzas, de las que suele salir ileso gracias a su astucia y a su capacidad física.
Si bien tiene planos y secuencias verdaderamente bellos, en especial en los que corre (sobre todo el de la maratón de montaña en el que se ven a los corredores de noche con lucecitas en la cabeza fuera de foco), pero el relato en sí es ultra convencional y banal.
En principio, se presenta a un personaje inexpresivo e inexplicable en sus acciones, típico de lo que en la facultad me enseñaron que es es "cine moderno" (también me enseñaron que este tipo de carácter más fiel a la realidad, cosa que me cuesta creer) que se inserta en un relato clásico del criminal que muere en su ley, y se arrepiente al final, con lágrimas incluidas. De hecho, el final es lo que más me molesta, porque resulta mojigato y moralizante, planteando un arrepentimiento en disonancia con la construcción previa del personaje (insensible y desinteresado, sobre todo en lo que a cuestiones éticas respecta).
Esto es algo que me pasa con muchas pelis: no entiendo cuál es la necesidad de que siempre gane el bien (encarnado en la policía, obvio). Es como si el film intentara transgredir alguna norma del canon, pero al final se asustara y pusiera todo en su lugar. El que se arrepiente no es sólo el personaje, es la película entera, que no se anima a llegar hasta el final de sus posibilidades (que a medida que avanza el relata, se van estrechando).
De todos modos, queda como anécdota el hecho de que la puntué como "buena" para el Premio del Público. Mis amigos me preguntaron porqué, mi respuesta: "por lo menos me entretuvo, algo es algo".

lunes, 5 de abril de 2010

Avisos fúnebres


En días de zozobra, La Máquina Significante recuerda a su fallecida amiga, la vieja y querida Máquina de River

domingo, 4 de abril de 2010

Meando fuera del tarro

Durante todo el fin de semana, los espectadores del Fútbol Para Todos tuvimos que ser testigos de una propaganda en la que se recrea lo que sería la vida en Malvinas luego de la futura (e imposible) declaración de soberanía argentina. Se intercalan imágenes de una mañana en las Islas, con otras de niños con banderas argentinas, mientras escuchamos un supuesto programa de radio que presenta un tema de León Gieco y otro de los Beatles, para los kelpers. Y, todo por el mismo precio, el slogan final: algo así como "este es el sueño que tenemos para Malvinas, y conseguirlo en paz es la mejor manera de recordar a los caídos".
Verdaderamente no entiendo cómo esa puede ser la mejor manera de honrar a los caídos. Querría decir que su muerte tuvo algún sentido, cuando en verdad no hubo tal cosa. El único sentido de la muerte de aquellos pibes fue la locura de un general borracho al mando de un gobierno en decadencia, y la complacencia de una sociedad estúpida. Sinceramente, nunca entendí la razón por la cual las Malvinas deberían ser argentinas: nunca vivió allí un argentino, nunca hubo soberanía allí (es decir, no nos la arrebataron) y, sobre todo, sus habitantes quieren ser ingleses. Es decir, ni siquiera hay un movimiento independentista que pueda, por lo menos, justificar, los intereses argentinos en la isla. Es como si quisiéramos reclamar Uruguay (es más, tendríamos más derecho, porque alguna vez perteneció a Argentina).
Decir que las Malvinas son argentinas es un discurso de la Dictadura Militar. La única razón por la que se disputa esta porción de tierra es la cantidad de petroleo que allí se ubica.
Los discursos patrioteros me tienen las pelotas llenas.

viernes, 2 de abril de 2010

Avanti!


La Máquina Significante saluda a su amiga y cófrade, La Máquina de Dios, y comparte con ella la indignación que supone que uno de los proyectos más osados de la ciencia lleve la palabra "Dios" en su nombre.

jueves, 1 de abril de 2010

Replanteo

Expertos en animación e historiadores determinaron que esta sería la verdadera cara de Jesús. ¡A reimprimir las estampitas!

miércoles, 31 de marzo de 2010

Persistencia



Se acerca el BAFICI, la fiesta del cine independiente no tan independiente (por lo menos en su mayoría). Debo admitir, que mi relación con este monumental festival es histérica y cambiante. He tenido años (como el pasado) en que fui a ver miles de películas, y otros (como el anterior) en que no vi ninguna. Esto se debe, fundamentalmente, a que me sucede algo similar a lo que comenté previamente con el espectáculo futbolístico: generalmente voy con todas las esperanzas, y me suelo comer bodrios fulminantes.
Cosa rara, porque siempre que comento del festival con mis amigos, recibo comentarios tipo: "¡No sabés las pelis que estuve viendo!", o "Vi una de un director de las Islas Faroe, Sigismund Bjornson Tornbikildsenner, que la rompe". No sé si es una cuestión de mala suerte (o desinformación) de mi parte, o un inflamiento por parte de mis pares. Tengo la sospecha de que es una mezcla de las dos. Admitámoslo, como sabemos que nadie debe haber visto ese embole desconocidísimo que fui a ver, podemos decir todo lo que queramos. Y a nadie le gusta andar admitiendo que anduvo perdiendo valiosas horas en experiencias inútiles y vacías.
Pero también debo admitir que mi criterio de selección de películas suele ser muy desordenado: me fijo en el programita las de nombres copados, y sinopsis aceptables, y adentro.
Por eso, este año decidí ver pocas (a saber, ocho) pero que, a su vez, tienen críticas interesantes o, directamente, son los hits del festival, como "Police, Adejctive" o "La cinta blanca", que incluso ya vi en DVD. Las únicas entradas que compré con el viejo y erróneo criterio son para"Vivir en Sevilla" (de Gonzalo García Pelayo, definido como "un Godard profundamente andaluz"), y "Descomedidos y Chascones", que me convenció por el nombre.
Veremos qué sucede en este festival donde el tiempo se toma un especie de spring break descontrolado. A medida que avance, iré haciendo los debidos comentarios sobre los films.

martes, 30 de marzo de 2010

Encuentro

Ayer, mientras me lamentaba de pie, en el pasillo que da a la escalera en el estadio Monumental, esperando a que los policías nos dejen escapar de esa verdadera casa de horrores, tuve una epifanía.
Como decía, deambulaba en círculos, a paso cansino, cuando vi una campera que reconocí: blanca, con la banda roja cruzada, y la leyenda "Perú" en el frente. Vi la cara del portador, era él: el hombre que se sentó al lado mío, dos años atrás, en la caída esrepitosa contra San Lorenzo por la Copa Libertadores; el hombre con quien, en un rapto de euforia luego del segundo gol (de Abreu) abracé como al más querido de mis amigos.
Obviamente, no lo saludé, pues ya aprendí a acostumbrarme a contar con una memoria asimétrica a la de mis pares.
Triste encuentro, pasaron ya dos años de aquel fatídico día, y su cara (y mi cara) sigue siendo la misma. Domingo tras domingo insisto en mi costumbre de perder cinco horas y media de mi vida (entre ida, vuelta, partido y demoras) en ilusionarme y, automáticamente, desilusionarme a la vista de una coreografía tan perfectamente descoordinada que parece planificada. Como una máquina, el mecanismo siempre es el mismo: ilusión, desilusión.
Y me pregunto: ¿qué es lo que me empuja a seguir yendo, estoicamente a la cancha? Podría decir la pasión, concepto tan mentado a la hora de hablar de fútbol, pero me parece udemasiado amplio, irracional y, francamente, alejado de la realidad. También podría decir que es el placer de ver un partido entero, real, y no el (cada vez peor) montaje televisivo del mismo: es, en parte cierto, pero si fuera así, nada me impide ir a ver otros partidos a otros estadios.
En definitiva, me inclino a creer que, por suerte (¿o por mala suerte?) todavía no perdí la esperanza (qué asco de palabra). Aún sabiendo de que River no tiene equipo ni para pelear el descenso, yo sigo creyendo que el próximo domingo toda la malaria se va a acabar.
La pregunta, ahora, es ¿hasta cuándo? ¿cuán lejano está el momento en el que, finalemente, deje penetrar definitivamente la racionalidad a mi sentir futbolero? Me inclino a pensar que la respuesta es nunca.

viernes, 19 de marzo de 2010

Dilema de fútbol

Los que habitamos al sur del Ecuador, ya nos acostumbramos al hecho de que el desarrollo del deporte más hermoso del mundo -como lo definiera el otrora relator de ESPN, Luis Omar Tapia- se da en las tierras lejanas de Europa y no acá. Nos acostumbramos a disfrutar por poco tiempo en nuestra liga a varios de los jugadores más exquisitos del mundo, para luego verlos triunfar o fracasar en equipos grandes, chicos o medianos de los grandes y pequeños países de Europa. Así es que, los que amamos a este deporte, también nos acostumbramos a seguir la Champions League, incluso en mayor medida que la inevitablemente devaluada Libertadores de América.
Hoy recibí una visita de un amigo que, ni bien abierta la puerta de mi morada me dijo entusiasmado: "¿Viste cómo salió el sorteo de la Champions?". No lo había visto. "¡El Arsenal juega contra el Barça!". Sí, los dos equipos de juego más vistoso del mundo se enfrentarán.
Mi dilema es el siguiente: ¿debo estar contento o amargado?. En el momento, mi amigo se alegró y yo me amargué. Mi amigo argumentó que va a ser un partido lindísimo, y que en algún momento se irían a cruzar. Yo argumenté, puerilmente -pero no por eso, con menos razón- que no quiero que se eliminen tan rápido entre sí, y que no iba a saber por quién hinchar. ¡Ah, la incertidumbre!

miércoles, 17 de marzo de 2010

Retracción


En la vida hay momentos que, según dicen, nos ayudan a crecer como personas y que, para mí, son espantosos. Esta es una de esas ocasiones: es momento de retractarme.
Me pasé el verano argumentando contra ese frankenstein mundial que es Lost. Ayer no pude evitar ceder a la tentación y comencé a ver la temporada 5. Vale alcarar que seguí la serie hasta la 4 hasta que me revelé a ese sistema cruel de suspenso gratuito e irracionalidad demente y logré desprenderme de la adicción. Sin embargo, el ocio me empujó de vuelta y, a decir verdad, lo estoy disfrutando
Siempre le critiqué su narrativa pedorra, y ahora descubro que, en verdad es bastante original. Es cierto, de todos modos, que hace agua en ciertas cosas, ya que todo este quilombo del tiempo genera incongruencias con las temporadas anteriores (por ejemplo, si Jin se le aparece a Rousseau ni bien llega a la isla, lo debería haber reconocido en el "presente" de las temporadas anteriores). De todos modos, se lo perdono.
Me había olvidado del placer de ver a un personaje tan bien construido como Benjamin Linus (lejos, mi favorito). Aunque también me siguen enervando Jack y Kate con sus estupideces típicas de héroes típicos de una serie típica. También me encanta el mecanismo narrativo de entrelazamiento constante, y el desarrollo de múltiples historias cuasi-paralelas. Es cierto, muchas veces deriva en el concepto religioso de "destino", pero está bien, es una serie y no se le puede pedir más que entretenimiento masturbatorio, y Lost me lo brinda a granel. ¡Que viva!

lunes, 15 de marzo de 2010

Revisión de guerras y cabras


Aparentemente, EEUU ya entró en la época en que se permiten las manifestaciones artísticas basadas en la guerra de Irak. Es decir, los artistas, por fin, están intentando pensar la guerra.The Hurt Locker (2008, Kathryn Bigelow) es una de estas obras, que hoy está en boca de todos, gracias al Oscar y al aclamado realismo que presenta. No hay que ser Einstein para ver que, detrás de su supuesta crítica a los "adictos a la guerra", la peli presenta una exaltación patriotera y belicista que existe desde que Yankilandia es Yankilandia. De hecho, la dedicatoria de Bigelow, al recibir el galardón, a "los muchachos de uniforme que nos protegen" no hace más que hundirla más en el fango de la industria cultural imperialista.

The Men Who Stare at Goats
(2009, Grant Heslov) se ubica, podría decirse, casi en las antípodas. En principio, porque cuenta con un registro tan lejano del realismo, que le evita todo tipo de pretensión documentalista falsa y culposa (como diría Mariano) y haga que uno la pueda ver sin odio. Además, porque la historia se atiene a lo que intenta criticar, que es el ejército norteamericano. Lo que hace de The Hurt Locker la película belicista que es, es la mostración de las maldades de los terroristas que, al fin y al cabo, justifican las acciones protectoras de los yankis.
The Men..., relata con ironía los vericuetos de un hippie (Jeff Bridges, cuándo no) que organiza en el ejército una división de soldados "jedis", para hacer el bien a la humanidad con actividades parapsíquicas. Sin duda, este oxímoron (ejército hippie) es la piedra angular sobre la que se basa el film, y la que le da los más altos vuelos cómicos (la tropa entera tripeando con LSD se lleva todos los premios). De todos modos, hasta ahí llega la peli. No es una crítica feroz al ejército yanki (y tampoco pretende serlo), es simplemente una comedia imposible que se burla -eso sí- de la estupidez de una estructura tan omnipotente y desatinada como es la de las fuerzas armadas del gran pais del norte.
En definitiva, ambas pelis toman posición con respecto a la guerra de Irak. Una nos dice que, si bien los soladados cometen excesos, tienen buenas intenciones y son necesarion para la Paz mundial. La otra, evita el comentario directo sobre la guerra en sí, pero se enfoca en lo absurdo de la organización militar. Veremos qué más le depara a este flamante revisionismo de la invasión militar de Irak.

domingo, 14 de marzo de 2010

Culés

Etimología del sobrenombre que identifica a los seguidores del equipo que a todos nos gusta.

domingo, 7 de marzo de 2010

Los Oscar: La fiesta de todos


Dos galardones me sorprendieron de esta ceremonia embolante y previsible: Cristoph Waltz como actor de reparto (el Coronel Landa de Inglorious Basterds) y El secreto de sus ojos, mejor película extranjera. La primera sorpresa fue grata: si bien no vi las actuaciones de los otros cuatro nominados, es indudable que la de este austríaco desconocido (por lo menos para mí) es impresionante. La segunda me genera más dudas.
Si bien ver a Francella en el escenario fue una lifetime experience -expresión favorita de la multipremiada Bigelow-, debo admitir que me indigna un poco que alguien en el mundo pueda pensar que el film de Campanella puede siquiera estar en una misma terna que Das Weisse Band, de Haneke. Por supuesto, sabía que esta peli no iba a ganar, pero sí pensaba que Ajami tenía más chances, debido a que presenta la tendencia actual de Hollywood (y la maquinaria cultural yanki en su totalidad) de tolerancia light y mentirosa.
Yendo a la peli en sí (El secreto de sus ojos), debo admitir que con el tiempo me fue gustando cada vez menos. Ni bien la vi (unos cuantos meses atrás) quedé engatusado como casi todo el mundo: el virtuosismo visual de ciertas escenas, y la calidad técnica son inéditas en el cine argentino. Además, cuenta con buenas actuaciones (Francella, una revelación) y una historia aparentemente osada.
Sin embargo, tiene algo que me molesta mucho: realiza un falseamiento de la realidad que estimo harto peligroso. La peli se desarrolla con un registro meticulosamente realista en lo que respecta a la construcción física y a los sucesos político-sociales de los años inmediataente previos a la Dictadura. Sin embargo, al final se da una situación asquerosamente irreal, que es el desquite de Pablo Rago contra el asesino de su novia. Creo que ninguna película referida al terrorismo de Estado, que se precie de realista, puede tener un happy ending como sí posee El secreto de sus ojos. Es inaceptable que un espectador salga del cine con el alivio que genera este final.
Hay represores sueltos a granel en la calle, y la solución es colectiva e histórica. Sin embargo, la peli nos dice que los crímenes fueron vengados, en la oscuridad individual y no a la luz colectiva. Nos dice que nos quedemos tranquilos: alguien ya resolvió los crímenes por nosotros.
Claro que, luego de estas elucubraciones, no entiendo cómo fue que me sorprendió que la peli ganara el premio. En fin, hoy festejamos todos los argentinos, sobre todo Rolando Schiavi que, de postre, vio a su media naranja, Sandra Bullock, ganar el premio a Mejor Actriz.


jueves, 4 de marzo de 2010

Un héroe de nuestros tiempos

Con motivo de su cumpleaños número 36, el equipo editorial de La máquina significante (Agustín y yo) no puede dejar pasar la ocasión de felicitar al queridísimo Ariel Arnaldo Ortega. En un tiempo de exigencias, urgencias, locura y deportistas-androides al mejor estilo "Ruso de Rocky IV", un atleta se anima a ser salvajemente humano. ¡Salud!

martes, 2 de marzo de 2010

El viaje de vuelta

El lunes 15 de febrero a la tarde llegué a Buenos Aires en un bondi de la empresa Almirante Brown, luego de un viaje de 28 horas, aproximadamente. Tuve la suerte de que dicho locomóvil estuviera dotado de un azafato (debería decir flight attendant) munido de un interesante y variado stash de películas, lo cual me mantuvo entretenido durante gran parte del periplo. A continuación, la lista completa:

1) Tenacious D. in the Pick of Destiny (2006, Liam Lynch): poco puedo decir de ésta puesto que recién me desperté para ver el final. De todos modos, por lo que escuché de mis entrañables amigos, el tronco del film no varía mucho de lo que pude ver. Esto es, humor pueril y del palo, es decir, referente al porro. La famosa parodia de Capusotto (¡Está hablando del faso!) se adecua perfectamente. Lo único que genera esta basura es que algún espectador gilún diga: “¡Uh, cómo le cabió al diablo!” (sí, aparece el diablo personificado por Dave Grohl), o “¡Fa, cómo la está flashando el gordo!”, etc. No tengo nada contra las comedias vacías (como se verá más adelante), pero a esta, evidentemente, no se le cae una idea.

2) Scarface (1983, Brian de Palma): casualmente, ya había visto esta peli unas semanas antes, con el detalle de que la copia no me había permitido ver el minuto final. Esto me permitió concentrarme más en el esqueleto de la obra, así como también disfrutar de la inteligentísima puesta en escena y de cámara. No he tenido la chance de ver la original, de Howard Hawks, pero en la contrucción se ve un apelamiento a los recursos clásicos de suspense (como la bomba debajo del auto) o truquitos visuales como el viejo y querido zoom in-travel out. Supongo que el alto grado de refinamiento visual me hace perdonarle su visión fascista y yanqui sobre Cuba. Además, la actuación de Al Pacino, y su transformación paulatina en un loco paranoide y merquero es alucinante.

3) Hangover (2009, Todd Phillips): un gran halo de expectativa cubría esta película. Unos días atrás, una fuente bastante confiable nos había dicho que estefilm era el suceso del año en lo que a cine choto se refiere. Pero fue una decepción. Todos (yo y mis dos amigos) esperábamos más descontrol, es decir, algo parecido a “Pánico y locura en Las Vegas”; pero nos encontramos con una comedia con un tono demasiado soft y previsible. Lo poco que se puede rescatar es al personaje del barbudo moviéndole el brazo a un bebé como si se estuviera haciendo la paja (eso sí es irreverente) y la secuencia de los créditos, en la que se reconstruye toda la noche por medio de fotos. Además, siempre es un placer ver a Heather Graham. Pero fuera de eso, nada.

4) Million Dollar Baby (2004, Clint Eastwood): si bien siempre me gustó verlo a Clint como el tipo más duro y rápido del Oeste, le tengo bastante desconfianza como director (injustificada, puesto que la única peli que había visto de él, The Unforgiven, me había gustado mucho). Creo que esta peli debería haber sido lo que “Candilejas” fue para Chaplin, es decir, la caída de un mito. La aparición posterior de Gran Torino lo desmiente (puesto que vuelve a recurrir al viejo personaje del tipo duro, aunque cada vez más anciano). Pero eso no le quita a Million Dollar Baby el valor que se merece. En el film vemos a un Clint, mañoso, anciano y con una gran carga de culpa. Creo que lo que más me gusta es que no aprende ninguna lección, sino que, por lo contrario, decide superarse a sí mismo y todo le sale mal (Maggie, su entrenada, gana el campeonato mundial, pero a raíz de un golpe desleal, queda cuadripléjica). También está bien la preponderancia de la ley de los hombres, por sobre la de Dios, marcada en el acto final y decisivo de Clint. Creo que, en ese sentido, la peli es trágicamente realista.

5) Happy Gilmore (1996, Dennis Dugan): Sí, a esta altura, ya se fue todo al carajo. Humor pavote para recordar los bellos tiempos de la infancia tardía. Una fiesta.

miércoles, 6 de enero de 2010

El comienzo de otra cosa


Dejo de lado el blog que me vio crecer y emprendo este nuevo proyecto, ya completamente desprovisto de lo concerniente a mi actividad curricular de Diseño en la FADU.
Todavía no tengo claro en qué consiste específicamente esta propuesta, pero espero ir dilucidándolo a lo largo del tiempo (medido en posts). Sean bienvenidos.